24 ene 2011

Hip, hip...

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Bueno, dije que todos los días iba a tener una historia entretenida, la de hoy no es entretenida, solo me recuerda la vez que me dije que NO VOLVÍA A TOMAR TANTO... La de hoy la paso para mañana porque mi vecina me montó una conversación queee se las trae...

(PD: Conversación medio modificada porque sé que tengo faltas horrográficas, pero mi vecina me gana).

Onis dice:
-No sé que responderle a un compa que me preguntó: ¿Por qué cuando uno toma guaro le da el ánimo para hacer cosas que no haría en estado normal?
Karla dice:
-Porque el licor le da a uno valentía.


(Para reírse puse hinivisión.... Y casi busco una cuerda para guindarme por tonta).

Onis dice:
¿La persona real es la tomada? ¿La alcoholizada?
Karla dice:
Esaitoooo
Eunice dice:
O sea soy una necia imparable...
Karla dice:
¡No, lo dije yo!

César era mi vecino, vecino que cuándo tenía 14, puede que él tuviera 20 o más, no sé realmente, era ese vecino mayor, sepsi, "malo" que le dicen. Me gustaba a morir, pero mis 14 eran cómo los 12 de cualquier niña, porque sí, yo desarrollé demasiado vieja, y salí del closet de la lujuria todavía más vieja, tanto que ya tenía cédula y unos añitos de uso.

Él sabía que me gustaba, y me molestaba... Nunca pude confrontarlo, siempre me ponía roja y me iba de la acera dónde estabamos sentados. Crecí (cómo dos centímetros de altura ja jaaa), pero crecí.

Resumiendo la historia, unos años después cuándo ya no era mi vecino, le mandé un mensaje a su celular, él me lo contestó y decidimos salir a "tomarnos algo". Terminamos en un chinchorro (bar de "mala muerte") escuchando a un afroamericano cantar calypso en vivo, mientras en el bar  sonaba Vicente Fernández de fondo.

Tomé tanto, tanto... Pero no lo sabía hasta que me tocó ir al baño y me levanté... ¡Oh miiii Jebús! Ni montarse en las sombrillas locas y dar mil vueltas me hubiese sentir así, sentía que caminaba por la Luna, flooootaba... (pero no bonito, totalmente feo, porque no podía pisar firme) Al fin llegué al baño y quitarme los botones del pantalón para orinar fue una total odisea, e intentar echar el "chorrito" en su respectivo lugar fue misión imposible... Y yo preocupada por no mojar los ruedos del pantalón de orines (porque sí, en ese chinchorrito el baño era "unisex").

Subir el pantalón fue cómo ponerle a alguien talla 34 un pantalón talla 28... No entraba con nada y después de darme una peleada con el jeans, al fin subió... Los broches, hmm los broches, aún no recuerdo si me los pude abotonar.

Él me preguntó que si me sentía bien, obviamente mentí... Íbamos caminando cuándo tomó mi mano y empezó a besarme, sus frenillos rompieron mis labios, pero nos besabamos tan descontroladamente que ni lo notamos. Seguiamos caminando y me empujó a una puerta, me quiso hacer entrar y con la vista borrosa leí: MOTEL... Y me puse a llorar... Sí, a llorar...

Él estaba asustadísimo, no sabía ni que hacer... Y yo lloraba... Y me preguntó:

¿Por qué lloras?
Lloro de la cólera al pensar que eras diferente, te idealicé... Lloro de la cólera al ver que tienes que emborracharme para intentar meterme al motel. Lloro de la cólera por haber pensado que sentía algo por vos.


Y él, trago tan grueso, intentaba hablar pero no le salía la voz, me limpiaba las lágrimas y me abrazó tan fuerte, le salió un hilito y dijo:
-Perdón por pensar que ud era diferente. Yo soy tóxico y no mereces llorar por mí. Nunca nadie había llorado por mí y siento haberte hecho daño. Y no, no la emborraché para intentar hacerte algo, sólo creí que nos teníamos ganas y estar así, me hizo no tener miedo de decirtelo.
-Esto eran más que ganas.
-Nunca pensé que vos me vieras para algo más.
-Pues sí y aún en este estado y en esta situación lo seguiría creyendo, pero vos no ves lo especial que sos vos y no sé cuándo lo hagas.


Basta resumir que llegué a mi casa, bajé las 16 escaleras y empecé a vomitar anaranjado (vodka con jugo de naranja ja jaa) y sentía que todo el hígado iba allí y un poquillo de mi corazón...

Años después, él volvió a venirse a vivir a mi barrio, con hijos y esposa (justo en frente de mi puerta), siempre me ve e intenta hablarme, y yo yo le digo solo Adiós con la mano.

Un día la mamá de él hablaba de su hijo y de mí... Doña Carmen le dijo:
Sí, hasta pudimos ser con-suegras.

Y la cuasi suegra le contestó:

¡Sí, pero César siempre creyó que Karla era mucho para él!

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